Nunca es muy tarde…

«Nunca es muy tarde, o en mi caso precoz… para ser quien tu quieras ser.

No hay límite de tiempo, empieza cuando quieras, puedes cambiar o seguir igual; la vida no tiene reglas.

Sácale provecho o desperdíciala… espero que la aproveches.

Espero que veas cosas que te sorprendan, espero que sientas cosas que jamás hayas sentido; espero que conozcas personas con opiniones diferentes; espero que estés orgullosa de tu vida.

Y si descubres que no… espero que tengas la fuerza, y empieces otra vez.»

De la película «El curioso caso de Benjamin Button»

(Mas videos en Un Mensaje Para Ti…)

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Las puertas de la vida

No salgas de la infancia apresuradamente; luego querrás recuperar esos años.

No salgas de la adolescencia convencido de que dominaras al mundo; la vida te llevará por caminos que ni sospechas.

No salgas de la adolescencia desperdiciando tu juventud; la juventud pertenece a todos, pero no es de nadie y en nadie queda.

No entres en la madurez creyendo que has vencido todas las etapas y que el mundo llegará mañana; la felicidad, único triunfo, se encuentra en disfrutar todas las etapas del camino, no al final de la ruta.

No recorras la madurez sin crear un tesoro del espíritu; los tesoros de la tierra no son herencia para tus hijos.

No salgas de la madurez convencido de que haz triunfado; el triunfo lo medirá el recuerdo que dejes.

No salgas de la madurez creyendo haber sido derrotado; algo habrás dejado por pequeño que sea.

No entres en la vejez creyendo que el destino te ha sido adverso; has sido tu quien lo ha elaborado.

No salgas de la vejez sin entregar tus consejos.

Otros infantes, otros adolescentes, otros maduros y otros mayires te han mirado y querrán imitarte.

(autor desconocido)

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Nuestros viejos… nuestros padres…

Padres héroes y madres heroínas del hogar.

Pasamos buena parte de nuestra existencia cultivando estos estereotipos.

Hasta que un dia el padre heroe comienza a pensar todo el tiempo, protesta bajito y habla de cosas que no tienen ni pie ni cabeza.

La heroína del hogar comienza a tener dificultades para terminar las frases, y empieza a enojarse con la empleada.

¿Qué hicieron papá y mamá para envejecer de un momento a otro?

Envejecieron…

Nuestros padres envejecieron.

Nadie nos había preparado para esto.

Un bello día ellos pierden la compostura, se vuelven mas vulnerables y adquieren unas manías bobas.

Están cansados de cuidar de los otros y de servir de ejemplo: ahora llegó el momento de ellos, de ser cuidados y mimados por nosotros.

Tienen muchos kilómetros andados y saben todo, y lo que no saben lo inventan.

No hacen mas planes a largo plazo, ahora se dedican a pequeñas aventuras, como comer a escondidas todo lo que el médico les prohibió.

Tienen manchas en la piel.

De repente están tristes.

Mas no están caducos: caducos están los hijos, que rechazan aceptar el ciclo de la vida.

Es complicado aceptar que nuestros héroes y heroínas ya no están con el control de la situación.

Están frágiles y un poco olvidadizos, tienen este derecho, pero seguimos exigiendo de ellos la energía de una usina.

No admitimos sus flaquezas, sus tristezas.

Nos sentimos irritados y algunos llegamos a gritarles si se equivocan con el celular u otro aparato electrónico; y encima no tenemos paciencia para oír por milésima vez la misma historia, que cuentan como si terminaran de haberla vivido.

En vez de aceptar con serenidad el hecho de que adoptan un ritmo mas lento con el pasar de los años, simplemente nos irritamos por haber traicionado nuestra confianza, la confianza de que serían indestructibles como los superhéroes.

Provocamos discusiones inútiles y nos enojamos con nuestra insistencia para que todo siga como siempre fue.

Nuestra intolerancia solo puede ser miedo.

Miedo de perderles, y miedo de perdernos, miedo de dejar también de ser lúcidos y joviales.

Con nuestros enojos, solo provocamos mas tristeza a aquellos que un día solo procuraron darnos alegrías.

¿Por qué no conseguimos ser un poco de lo que ellos fueron para nosotros?

¿Cuántas veces estos héroes y heroínas estuvieron noches enteras junto a nosotros, medicando, cuidando y bajando fiebres?

Y nos enojamos cuando ellos se olvidan de tomar sus remedios, y al pelear con ellos los dejamos llorando, tal cual criaturas que fuimos un día.

El tiempo nos enseña a sacar provecho de cada etapa de la vida, pero es difícil aceptar las etapas de los otros…

Mas cuando los otros fueron nuestros pilares, aquellos para los cuales siempre podíamos volver y sabíamos que estarían con sus brazos abiertos, y que ahora están dando señales de que un día irán a partir sin nosotros.

Hagamos hoy por ellos lo mejor, lo máximo que podamos, para que mañana cuando ellos ya no estén mas, podamos recordarlos con cariño, recordar sus sonrisas de alegría y no las lágrimas de tristeza que ellos hayan derramado por causa nuestra.

Al final, nuestros héroes de ayer… serán nuestros héroes eternamente.

Cuando los padres envejecen…

Querido hijo… querido nieto…

El día que me veas mayor y ya no sea yo, ten paciencia e intenta enterderme.

Cuando, comiendo, me ensucie; cuando no pueda vestirme: ten paciencia, recuerda las horas que pasé enseñándotelo.

Si cuando hablo contigo, repito las mismas cosas mil y una veces, no me interrumpas y escúchame.

Cuando eras pequeño, a la hora de dormir, te tuve que explicar mil y una veces el mismo cuento hasta que te entraba el sueño.

No me avergüences cuando no quiera ducharme, ni me riñas; recuerda cuando tenía que perseguirte y las mil excusas que inventaba para que quisieras bañarte.

Cuando veas mi ignorancia sobre las nuevas tecnologías, te pido que me des el tiempo necesario y no me mires con tu sonrisa burlona.

Te enseñé a hacer tantas cosas… comer bien, vestirte… y como afrontar la vida; muchas cosas son producto del esfuerzo y la perseverancia de los dos.

Cuando en algún momento pierda la memoria o el hilo de nuestra conversación, dame el tiempo necesario para recordar; y si no puedo hacerlo, no te pongas nervioso, seguramente lo más importante no era mi conversación y lo único que quería era estar contigo y que me escucharas.

Si alguna vez no quiero comer, no me obligues; conozco bien cuando lo necesito y cuando no.

Cuando mis piernas cansadas no me dejen caminar, dame tu mano amiga de la misma manera en que yo lo hice cuando tu diste tus primeros pasos.

Y cuando algún día te diga que ya no quiero vivir, que quiero morir, no te enfades; algún día entenderás que esto no tiene nada que ver contigo, ni con tu amor, ni con el mío.

Intenta entender que a mi edad ya no se vive, sino que se sobrevive.

Algún día descubrirás que, pese a mis errores, siempre quise lo mejor para ti y que intenté preparar el camino que tu debías hacer.

No debes sentirte triste, enfadado o impotente por verme de esta manera.

Debes estar a mi lado; intenta comprenderme y ayúdame como yo lo hice cuando tú empezaste a vivir.

Ahora te toca a ti acompañarme en mi duro caminar.

Ayúdame a acabar mi camino, con amor y paciencia.

Yo te pagaré con una sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido.

Te quiero hijo.

Tu padre, tu madre, tus abuelos…

El tazón de madera del Abuelo

El viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años.
Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban.
La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil.
Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel.

El hijo y su esposa se cansaron de la situación.
«Tenemos que hacer algo con el abuelo», dijo el hijo. «Ya he tenido suficiente, derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo».
Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida la servían en un tazón de madera. De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.

El niño de cuatro años observaba todo en silencio. Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Le preguntó dulcemente: «¿Qué estás haciendo hijito?». Con la misma dulzura el niño le contestó: «Ahh, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos». Sonrió y siguió con su tarea.

Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Y aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.

Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa, parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.

Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben. Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas.

Los padres y madres inteligentes se percatan que cada día colocan los bloques con los que construyen el futuro de sus hijos. Seamos entonces constructores sabios y modelos a seguir.

He aprendido que independientemente de la relación que tengas con tus padres, siempre los vas a extrañar cuando ya no estén contigo.

He aprendido que aún cuando me duela, no debo estar solo.

He aprendido que aún tengo mucho que aprender.

«La gente olvidará lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca como la hiciste sentir.»

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